sábado, 22 de junio de 2019

Análisis de cuentos. Vitaliano Brancati "El viejo con botas"

Vitalino Brancati nos ofrece un interesante cuento en el que refleja su humor negro al crear a un personaje semejante a los que inventaron los escritores rusos Gogol y Dostoievski. Aldo Piscitello es un hombre sin sangre en las venas que se somete a todas las exigencias morales a las que está sujeto. En su casa es silencioso por las mañanas, respeta el sueño de los demás, en su trabajo es disciplinado y constante, en su arreglo es meticuloso y su único defecto es el de bostezar, pero no lo hace de forma intencionada. El personaje se verá envuelto en una serie de cambios que van del año 36 al 39, en la primera parte y hasta el 44, en la segunda. Tiene una estructura lineal y abarca unos ocho o nueve años. El narrador es un testigo que nos cuenta la historia según la recuerda y nos narra con ironía. Las descripciones son acertadas y contrastan en imagen y significado. En algunas partes nos recuerda un poco el estilo de Dostoievski con un personaje insignificante con ciertas cualidades que se ve oprimido por la opinión de los demás. Es un cuento que por su contenido debió de servir como protesta al régimen establecido en Italia por los nazis.

El viejo con botas, empieza con la escena de los funcionarios del ayuntamiento y sus esposas limpiando las oficinas. De inmediato cobran protagonismo los legajos y hay un recurso bastante ingenioso con el que el autor nos entrega una imagen muy bella materializando al polvo como una bestia holgazana que se resiste a salir de las oficinas:

"el polvo se asoma a las ventanas y balcones, como una bestia remolona de mirada tierna que no quiere salir del oscuro establo donde le gusta haraganear".

Con ingenio nos entrega un anzuelo que mordemos y nos dejamos arrastrar por la historia en busca de más carnada. La encontramos pronto con imágenes semejantes a las que nos ofrecía Nikolai Gogol en cualquiera de sus cuentos. En este caso se trata de las columnas de legajos y una habitación que se confunde con el baño y en la que habita el protagonista.

"En 1930, estos legajos eran tan numerosos y compactos, que decidieron apilarlos en los ángulos de los cuartos, hasta el techo, como gruesas columnas destinadas a reforzar el edificio. En el cuarto que se halla al fondo del corredor, el más oscuro y que muchos confunden con el excusado, las matrículas, minutarios, repertorios y talonarios no sólo cubrían las paredes, sino formaban una especie de tapias divisorias..."

Aparece entonces un funcionario del tipo clásico ruso de los funcionarios ridículos Malenki chelovek, en Gogol Akaki Akakievich en el cuento del Capote, lo presenta Brancati casi de la misma forma:

"un hombre de media edad, flaco y encorvado como suelen serlo las personas altas, pero éste era más bien de baja estatura, un poco más bajo de la estatura normal. Chaparro, pero no mucho, uno de esos hombrecitos de los cuales nadie se asombra de que sean padres de muchachos altos y fornidos. Era el empleado Aldo Piscitello, el primero que entraba al Municipio todas las mañanas..."

La descripción de la vestimenta también recuerda a Nikolai Gogol:

"Siempre se presentaba en el Municipio vistiendo un saco negro, pantalón listado, cuello duro y sombrero de fieltro con el moño remendado, sea cual fuere la estación..."

Hasta este momento ya tenemos una escena y su ambientación, percibimos la época de los años treinta en Italia y comenzamos a comprender la ironía con la que el autor nos contará la historia de este desgraciado hombre viejo. Para culminar con la descripción, Brancati nos muestra sus cualidades que son diferenciarse de los demás en lo habitual y tener un defecto que lo caracterice y ridiculice. Esta cualidad negativa son los bostezos involuntarios.

"...este hombre probo y poco ruidoso tenía un defecto radicalmente contrario a su naturaleza: padecía de un persistente bostezar nervioso, el cual se manifestaba, naturalmente, en las ocasiones menos oportunas. Al rumor de su bostezo, entre gañido y llanto de neonato, los ordenanzas se despertaban, refunfuñando: “¡Pero qué feo hace, malhaya con él!”...

Por si fuera poco el defecto físico, Vitaliano lo coloca en una situación ridícula, pues con cincuenta años  y muchos de servicio en el ayuntamiento,  Aldo Piscitello, no es de planta y corre el riesgo de perder su empleo. De esa forma se crea el gran conflicto que nos llevará a vivir con él algunos problemas. Lo llama el presidente municipal para pedirle que ingrese al partido fascista. Aldo argumenta que no le interesa la política y que es apolítico, sin embargo la orden es que se dé de alta y que se convenza de que el fascismo es una gran ideología. Aparece después su mujer Rosita argumentando, en una conversación en el lecho matrimonial, que todos lo han hecho y que el mismo Papa ha dicho que Mussolini es un hombre digno de admiración. Como lectores presentimos que el pobre Aldo Piscitello se verá rechazado por su falta de entusiasmo a la ideología germana.¿ Hasta donde llegará y qué consecuencias tendrá esa actitud? Nos lo va dando Viataliano a gotas, a pesar de presentarnos ya a un Aldo afiliado al partido, con su escudo del partido y la descripción de su conducta como miembro activo. Dócil y obediente, Aldo es un miembro ideal que sigue al pie de la letra las consignas de su organización, pero en una reunión del partido un orador se ve incomodado por su presencia. Con un pequeño diálogo Vitaliano nos prepara para una tragedia en la que el personaje, a pesar de ser un miembro disciplinado inspira desconfianza.

"—¡Camarada, usted, allá abajo...! Piscitello se levantaba con la más dulce y respetuosa sonrisa jamás vista: —¿Yo? —¡Sí, usted...! El jefe del sector lo miraba de arriba a abajo, perplejo; sentía que algo no marchaba bien en aquel hombre, que en él había algo discordante, pero como no sabía exactamente qué era lo que le molestaba, se daba por satisfecho exclamando: —¡Pero qué diablos..!"

Se le asigna un espía para que lo vigile, pero por su conducta intachable es imposible adjudicarle algún pecado. Luego, viene algunos pasajes en los que Aldo sigue siendo un activista ideal, pero un día le hablan del exterminio de los judíos y esta información lo afecta de sobremanera. Somos testigos de un conflicto interno del personaje que empieza con el rechazo a su escudo.

"Al volver a su casa, y en vista de que ninguno de lo suyos había llegado todavía, se arrancó del saco el distintivo, escupió sobre éste dos o tres veces, lo lanzó al suelo, para pisotearlo; luego, aplastado como una cucaracha, lo levantó de nuevo y lo tuvo ante sus ojos, pero por muy poco tiempo, porque de inmediato lo arrojó dentro de una bacinica, y lo meó; a continuación, con un palo, lo sacó y lo lavó con agua y jabón, le hizo algunos arreglos, lo mejor que pudo, y volvió a ponérselo en el ojal".

Después de leer lo anterior está clarísimo que algo trágico sucederá pronto porque Aldo está inconforme con la actitud de los dirigentes, de sus colegas y hasta de su familia. Ofende primero a su mujer e hija, luego sufre una transformación. Pasa de ser un hombre tranquilo, dócil y respetuoso a un rebelde que teniendo agua en las venas, de pronto siente que le hierve la sangre.
Bracanti nos va mostrando el mundo interior del insignificante hombre, su sentimiento de odio hacia todo lo que representa el poder y bienestar de la sociedad. Escupe carteles, desprecia a los dirigentes del partido y les dirige pensamientos agudos que hieren como puñales. Pasan los años 36 y 37 la presencia de los fascistas cada vez es más fuerte. Cambian las costumbres, se deja de oír música clásica, los jóvenes se saludan con la mano estirada. Hay muchas cosas que no le gustan a Aldo. No sabe cómo explicarlo y se agudiza su defecto de bostezar sin causa alguna. Después aparece el narrador comentando que no sabe qué sucedió los siguientes años y nos muestra a Piscitello en el año 39. Llega el momento en que se manifiesta el rechazo de los italianos a su líder en la plaza central, aparece de nuevo un Aldo, pero desaparece muy pronto y el narrador nos cuenta los problemas que ocasionan los alemanes con su presencia en Italia. Aldo crítica a los invasores con la siguiente frase que por fin nos muestra la pena que siente el personaje por el genocidio:

“¡Malditos! ¡Por culpa de ustedes estamos en guerra!”, refunfuñó un día Aldo Piscitello. “¡Pero no les va a durar mucho el gusto!” Sí, cómo no... ¿Pero de veras creen ustedes que nos van a mandar a todos, ustedes, hijos de criados, que ni siquiera saben cerrar una puerta con garbo, anticristos masacradores de los polacos y de esos pobres judíos, que sí son trabajadores honestos?..."

No hay una descripción muy depurada de la guerra mundial y lo único que sabemos es que Piscitello se revela constantemente contra el régimen, pero al terminar la guerra lo toman como un chivo expiatorio al que despiden finalmente, después de sus cuarenta años de servicio.










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