Me llevé una gran sorpresa cuando descubrí
algunos aspectos filosóficos en la obra de Lev Tolstoi. Hasta ese momento había
visto a ese gran escritor ruso como a un autor de largas frases y, obras
monumentales como La guerra y la paz y Ana Karénina. Había leído hacía poco tiempo
la Resurrección y me había parecido una novela, en cierta medida adaptada al
sistema soviético, sin embargo, por haber sido escrita unos cinco años antes de
1900, no podía contener nada de la ideología bolchevique ni mucho menos. Más
bien, la obra contiene un suceso casi autobiográfico del autor y refleja muchas
de las ideas sobre su posición con respecto al cristianismo, la iglesia y el
estado. La obra es una crítica severa del sistema legislativo de fines del
siglo XIX y muestra la calidad espiritual de Lev Tolstoi. Por desgracia, no lo
supe ni lo logré descubrir durante la lectura de la novela, fue más tarde,
cuando un amigo mío, a través del Facebook, me comentó que había una obra con
el título “El reino de Dios está en vosotros” y otra “El evangelio abreviado”,
me recomendó que leyera el segundo libro y pasara, luego, al otro. Conseguí el
escrito y me maravilló.
Me enteré de que Tolstoi había sido excluido de
la iglesia ortodoxa, lo habían excomulgado igual que a Nikos Kazantzakis, pero
no por una novela como “La última tentación de Cristo” del famoso historiador y
diplomático griego, sino porque fue más lejos todavía criticando a la iglesia
ortodoxa rusa. Siempre me han interesado los temas bíblicos y he leído “Caín” y
“El evangelio según Jesucristo” de José Saramago, “Job” de Joseph Ruth y creí
que en el autor ruso encontraría una interesante novela de ese tipo. No fue
así. Lo que encontré fue un verdadero ensayo sobre la filosofía que nos quiso
enseñar Jesucristo. Tolstoi comenta muchas cosas elementales de la enseñanza de
Cristo. No toca los mitos ni milagros que se incluyen en el nuevo testamento,
por eso su breve evangelio trata sobre los aspectos ideológicos del Mesías. La idea
más importante que sirve de pilar para su análisis es La no violencia que por cierto conoció y utilizó Gandhi, quien
mantuvo correspondencia con el famoso ruso. Otra idea interesante es la que
propone de concebir a Dios como un algo superior creador del hombre o un
principio infinito. Por lo que el espíritu es una parte del hombre y el cuerpo
o la carne es la otra. De tal modo que ese espíritu lo llevamos dentro y
debemos conservarlo. Afirma que gracias a ese don que nos dio el señor podemos
identificar la verdad de las cosas y juzgar lo que no está bien.
El cuerpo está atado a la tierra y por sus
necesidades genera dependencia y sentimientos como la avaricia, el engaño, la
venganza, la depravación y la crueldad; sin embargo, el espíritu nos ayuda a
experimentar cosas menos instintivas como la comprensión, el cariño, la
tolerancia y el amor. Si nos dedicáramos a hacer el bien—dice Tolstoi—, evitaríamos
las guerras, la explotación y el engaño de los representantes de la iglesia que
nos hacen pensar que sólo ellos pueden perdonar los pecados en nombre de dios.
El principio de la vida es sagrado y por eso
debemos conservarlo y cuidarlo. Nadie tiene derecho a privar de esa cualidad a
la gente. Por otro lado, hace hincapié en que la sociedad también tiene etapas
de desarrollo, las cuales serían hasta este momento: la animal, la social, la
espiritual y, quizás ahora, en nuestro siglo, la del conocimiento, de la
comunicación o tecnológica. Hay muchas cosas de nuestra vida que hacemos en
beneficio de nuestra familia, la nación y el estado, pero Cristo quiso
enseñarnos que debemos ir mas allá, debemos desarrollar el espíritu para que
colaboremos en aras no solo de nuestra familia o la nación, sino de la
humanidad. Conforme Lev Tolstoi va planteando sus ideas, se ve muy claro que
hay cosas que han caducado y que no se pueden seguir manteniendo en la sociedad
porque tenemos la capacidad de superarlo. Eso va sonando poco a poco como una utopía
en la que el hombre no necesita el ejército para guardar el orden, no necesita
a los funcionarios para establecer las normas de la vida, no necesita pagar
impuestos que se desvían para el fomento de la guerra o la represión.
Escribe sobre el término “La embriaguez del
poder” que no es más que la ilusión en la que hemos caído a lo largo de la
historia por no querer aplicar la filosofía de Jesús. Dice que si un hombre
roba una tienda, hay que apresar al ladrón y castigarlo porque viola la ley,
pero si unos estafadores comen y gastan mucho dinero en un restaurante y el
hombre pobre los ve y siente hambre al grado de que se ve obligado a robar,
nadie le dice nada a los primeros porque ellos siguen las normas que han
establecido y el policía a recibido de ellos la orden de arrestar a quien robe,
pero si le dijéramos al gendarme que los hombres del restaurante reciben
sobornos, engañan a la población vendiéndole productos a un precio más alto del
que se debería pagar por él y que explotan a la gente para su propio bien;
entonces el guardián del orden se cuestionaría y cambiaría su decisión. Sin
embargo, hay reglas que se han establecido y ya no nos cuestionamos su
vigencia. Este es sólo uno de los aspectos que trata en sus dos obras Tolstoi,
pero el lector al analizar sus palabras queda convencido, al menos yo lo he
experimentado así, de que, si las personas nos preocupáramos por hacer el bien
y rechazar el mal haciendo cosas buenas, al final cambiaríamos la sociedad y a
la misma humanidad. Las personas necesitan pocas cosas para vivir realmente,
pero la sociedad nos exige embriagarnos con la ilusión del poder. Debemos ser
más ricos, más guapos, más capaces que los demás; ocupar un lugar privilegiado
en la sociedad y despreciar a los pobres que son y serán unos inútiles siempre.
Ni siquiera los vemos como humanos, pero si cambiaran las cosas y los hombres
tuvieran los mismos derechos sin importar el puesto de trabajo o la posición
social. Esos seres se convertirían otra vez en humanos, pero el estado y los
gobiernos determinan a donde debe ir la riqueza y ha creado un sistema
legislativo, uno ejecutivo y otro judicial para que las cosas sean justas y la
justicia se basa en que quien pueda tener riqueza, la tenga y quien no tenga
ninguna oportunidad en la vida, se resigne.
Por
último, se puede concluir que mientras el hombre siga engañado, los conflictos
bélicos seguirán reportando ganancias a unas naciones y perjuicios a otras. Las
personas seguirán viviendo con una conducta instintiva e ilusoria pensando que
hacen lo correcto y pasaremos a una nueva etapa social, saltándonos la
espiritual y, por consecuencia, dirigiendo y administrando la tecnología, por
decir algo, con las mismas reglas del mejor acomodado en el poder. Se supone
que los artistas, científicos, ingenieros y personas que contribuyen al desarrollo
actual de la ciencia y tecnología no se preocupan por el control del
conocimiento, sin embargo, los seres que siguen viviendo bajo las dependencias
de la carne, desean acumular cada vez más riqueza y poder a costa de los demás,
de los cuales muchos son más inteligentes, pero altruistas. En fin, les
recomiendo que lean a Tolstoi y saquen sus propias conclusiones. Tal vez así,
cambie algún día el curso absurdo de nuestra sociedad moderna.
En efecto, la enorme capacidad de transmitir las ideas que tuvo Tolstoi, y que han influenciado en grandes pensadores, sean éstos Lenin, Kropotkin, Gandhi y muchos más, nos ubican en la posibilidad de ver las cosas con otra arista de algún diamante. Sí hay un mundo diferente que es posible, sí hay que enderezar la ciencia y la tecnología en beneficio de todos. Pero reconozco que eso que llamamos espiritualidad e más difícil de reconocer en la vida cotidiana. De ahí que suele ser pertinente, estar abiertos a nuevas formas de pensar;recobrar muchos de los conceptos filosóficos que ahora parecería que se subdividen en ramas del pensamiento, sea éste en el pensamiento científico o humanista.
ResponderEliminarHola, Iñaki, es un placer tenerte por aquí. Te comento que durante la lectura de "El reino de Dios está en vosotros", que es un análisis de la conducta o política del Estado moderno, tuve un sueño ridículo, utópico e infantil en el que un presidente declaraba nuestro país neutro, disolvía el ejército y le daba la amnistía a los traficantes de estupefacientes. Enviaba una carta a la ONU con dicha petición, suspendía la compra de armamento al país vecino y le pedía que impidiera la compra y venta dentro de su territorio. Establecía relaciones comerciales con países de Asía y Europa, esa decisión tan absurda y descabellada en la realidad imposible dejaría cosas buenas, pero en la realidad verdadera ocasionaría que se nos declarara como la nación más peligrosa del mundo. En fin, estoy leyendo a Chomsky, su libro El estado fallido es toda una revelación para mi. Hasta cuando el hombre seguirá viviendo engañado con la ilusión de acaparar capital a costa del desmantelamiento de su patria. Bueno, te recomiendo mi cuentillo El nuevo Tokio latino, es como una distopía. Un abrazo y éxito.
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